Resiliencia es una palabra que está de moda. Y, en gran parte, se lo debe a la pandemia. La RAE define este vocablo como la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.
La llegada de la pandemia del coronavirus golpeó con fuerza todos los sectores económicos y el inmobiliario no fue una excepción. Sin embargo, lejos de la crisis de 2008, el sector cuenta con unos cimientos más sólidos y un mercado saneado, lo que le ha permitido sortear la crisis con una gran capacidad de resiliencia.
Así, tras la pandemia, son numerosos los indicadores que señalan que el mercado inmobiliario ha encarado la recuperación con rapidez. No obstante, cabe destacar que la recuperación se ha producido a distintas velocidades. Por ejemplo, el segmento de las oficinas sufrió una gran incertidumbre debido a la amenaza del teletrabajo con la irrupción de la pandemia. Pero tras la vuelta a la normalidad y el presentismo en las oficinas existente en nuestro país, la incertidumbre ha quedado disipada. En cambio, la recuperación en el segmento de los centros comerciales se ha producido de forma más paulatina debido al descontrol normativo de aperturas en las distintas comunidades autónomas.
La elevada tasa de ahorro tras el confinamiento sumada a la recuperación de la economía ha disparado con fuerza la compra de vivienda. Así, las transacciones de vivienda libre nueva en los primeres nueves meses de 2021 ascendieron a 45.953, lo que supone un aumento del 26% con el mismo período del 2020 y un 31% respecto al 2019.
Asimismo, los bajos tipos de interés están siendo en los últimos años un elemento dinamizador del sector, permitiendo que los precios de la vivienda se eleven sin dañar la demanda. Sin duda, las hipotecas a tipo variables, que se sitúan en torno al 0,5%, y las de tipo fijo, que lo hacen al 1%, son un excelente caldo de cultivo para que la demanda de vivienda continué creciendo.
¿La vivienda como activo refugio?
La vivienda es un producto cíclico, que ha sufrido puntualmente las consecuencias de la crisis del coronavirus pero que se ha recuperado rápidamente gracias a su resiliencia. Y, es más, al sector aún le queda recorrido durante este nuevo año y parte del siguiente.
En un contexto de alta inflación como el actual, el sector inmobiliario en su conjunto sale beneficiado, ya que las rentas se revisan anualmente en base a la inflación. No obstante, el problema surge cuando una inflación alta conduce a mayores tipos de interés y con ello se reduce el diferencial entre lo generado por el activo inmobiliario y los productos sustitutivos. Además, los flujos de caja acaban siendo descontados a tasas más altas.
Por su parte, el segmento logístico se erige como uno de los protagonistas del inmobiliario. La pandemia del coronavirus ha convertido a la logística en un valor al alza debido al crecimiento galopante del e-commerce. En este sentido, los data centers están ganando impulso y se espera que sea el activo inmobiliario de moda en los próximos años.
Y si hablamos de compañías concretas, ¿quiénes son las que cuentan con mejores perspectivas? Con la entrada del nuevo año 2022, Merlin Properties y Lar son los valores inmobiliarios recomendados. Por un lado, apostamos por Merlin por su equipo directivo, la calidad de sus activos y su diversificación. Por otro lado, apostamos por Lar debido a que es un valor barato y, aunque cuenta con un perfil más cíclico, será un estandarte de esa resiliencia durante este apasionante año que acabamos de estrenar.