La mejor noticia es que las bolsas no son noticia. Se mantienen unas alzas continuadas con una bajísima volatilidad, para satisfacción de los inversores. Los gestores de fondos permanecemos como aquel portero de fútbol que no recibe chuts a portería. No cesamos de otear el horizonte siguiendo atentamente el partido, como siempre, e incluso añoramos algún que otro chut para poder actuar, pero, en esencia, el partido está controlado. La atención general se centra más en eventos de empresas individuales, somo salidas de empresas a cotizar, opas, o ataques de hedge funds, pero no en la situación del mercado general.
Sabemos que está siendo un gran año para las bolsas europeas y japonesa, que mantienen, además, unas excelentes perspectivas de futuro. También está siendo un buen año para las bolsas norteamericanas, si bien nuestros modelos nos indican que su rentabilidad potencial a cinco y diez años vista es muy inferior a su rentabilidad histórica. De todas formas, hay unos mercados que han estado dormidos mucho tiempo, y que están dando indicaciones incipientes de despertar: los mercados emergentes. Si observamos el índice MSCI emerging Markets, nos damos cuenta que cotiza al mismo nivel que ya alcanzó en el 2007, y un 25% por debajo de sus máximos de marzo 2021. Su baja valoración le otorga un gran potencial, pero ¿cuál sería el catalizador? La hipotética debilidad futura de un dólar que, por una parte, acumula ya mucho tiempo de sobrevaloración fundamental y que está lo suficientemente maduro como para iniciar un camino lento, de largo recorrido, hasta el otro extremo del péndulo, y que, por otra parte, podría iniciarse cuando el diferencial de sus tipos de interés se reduzca.
Artículo publicado en La Vanguardia el domingo 19 de mayo de 2024.