La semana en el sector Telecom se preveía tranquila, a la espera de la decisión de los funcionarios europeos sobre la fusión Orange – Másmóvil, pero la noticia de la entrada de capital saudí en Telefónica ha removido los cimientos de un sector en constante amenaza. Pero comencemos por el principio para entender por qué se ha producido este hecho.
Unos cuantos funcionarios europeos tienen en sus manos el futuro de un sector tan estratégico como las telecomunicaciones.
Esta semana debería haber sido cuando la Comisión Europea entregara su dictamen final sobre la fusión entre Orange y Másmóvil pero, casualidades de la vida, el viernes antes de las vacaciones de agosto, la Comisión decidió “parar el reloj” de su cuenta atrás y retrasar aún más su decisión.
Del “humor” de la Comisión sobre esta operación poco sabemos. Todo el sector espera que la tradicional hostilidad hacia las concentraciones empresariales se suavice, visto el daño que esta regulación tan estricta está haciendo a éste y a otros sectores en relación con la competitividad europea frente a Asia o Estados Unidos. Pero tratándose de políticos con incentivos diversos, es mejor ponerse en lo peor de primeras.
De hecho, las especulaciones de las últimas semanas van en esa línea: la Comisión querría unos remedies relevantes y que fueran a parar a Digi, el operador más agresivo actualmente del mercado y que está haciendo estragos desde hace más de un año con sus ofertas ultra low cost. Unos remedies relevantes a Digi (red móvil de Másmóvil y algo de red fija a un precio aceptable) tendrían un efecto negativo en el mercado por dos motivos principalmente:
- Se fortalece al “challenger” más agresivo y se le da de más infraestructura propia para poder seguir siendo agresivo sin erosionar sus márgenes. Por lo tanto, el posible efecto beneficioso de la fusión entre Orange y Másmóvil para el mercado en cuanto a racionalización de la competencia se eliminaría.
- Hace perder a Telefónica (su operador mayorista) una buena parte de sus ingresos anuales, lo que obligaría a éste a tener que buscar esos millones perdidos para equilibrar sus cuentas. Tras la mala noticia recibida desde Alemania con la pérdida del contrato mayorista de 1&1, otra pérdida (aunque fuera parcial) de ingresos mayoristas dejaría muy tocada a Telefónica.
Mientras tanto, Orange y Másmóvil estarían buscando unos remedies menos intensos y dirigidos a algún otro operador de tamaño relevante, pero con menor agresividad comercial (como el caso de Avatel o FiNetwork).
En paralelo, todo el sector en España (y en Europa) está pendiente de la resolución de este caso. Operadores grandes, pequeños y medianos, locales y nacionales, mayoristas de fibra… muchos intereses aguardando a la Comisaria Vestager y su equipo de analistas europeos.
Si elevamos la vista nos encontramos con un viejo debate: está claro que los reguladores tienen que velar por el buen funcionamiento de los mercados y que no existan abusos de poder que perjudiquen a los consumidores, pero ¿hasta dónde tiene que llegar este celo? ¿Por qué Europa es tan estricta con estas reglas, mientras que en Estados Unidos o Asia no sucede con tal intensidad? ¿Cuáles están siendo las consecuencias de este celo regulador?
Pues las consecuencias se llevan viendo unos años y se corre el riesgo de que se acentúen a futuro: la hipercompetividad del mercado de telecomunicaciones europeo provoca un elevado número de operadores con tamaño reducido y unos precios de los servicios muy competitivos.
Esto, de manera directa y en el corto plazo es bueno para los ciudadanos, pero ¿y en el medio y largo plazo? Pues hay un doble efecto negativo de esta política:
- Por un lado, se está debilitando al sector en su conjunto, evitando que se creen operadores de tamaño relevante que puedan competir a nivel mundial en innovación, inversiones e influencia. Sin embargo, los gobiernos y reguladores siguen exigiendo a los operadores unos esfuerzos inversores en redes de nueva generación ingentes que cada vez son más difíciles de rentabilizar por unos operadores incapaces de generar rentabilidad adicional a sus inversiones. A veces, la realidad nos pone en bandeja ejemplos que explican de manera perfecta esta realidad. La toma de posición de más del 10% de e& (operador de Emiratos Árabes) y del 9.9% de Telefónica por parte de STC (operador saudí) son un claro aviso de dónde puede acabar el control de las compañías estratégicas europeas si no se hace nada.
- La segunda consecuencia no deseada de esta pérdida de rentabilidad es la reducción de empleo. El sector ha perdido casi 30.000 empleos en los últimos 20 años, teniendo en cuenta que en los últimos dos años se ha producido un ligero aumento derivado del fuerte crecimiento de Digi.
Y todo esto sucede porque, sencillamente, los operadores no pueden rentabilizar sus inversiones, sus ROCEs (retorno sobre el capital empleado) se sitúan por debajo de sus WACCs (coste medio del capital ponderado) y sus flujos de caja se ven menguados por los elevados Capex requeridos para desplegar redes de última generación. Recordemos que España es líder europeo en despliegue de Fibra Óptica y cuenta con una red 4G en el 99% de la población. Sin embargo, en el despliegue 5G (el real, no el comercial que se anuncia y que no es más que un 4G vitaminado) vamos ya por detrás de muchos países europeos.
Por lo tanto, el equilibrio entre tener un mercado competitivo y con buenos precios para los consumidores y que a su vez pueda permitir a los operadores generar retornos a sus inversiones y poder mantener un crecimiento sano y rentable es complicado, nadie lo niega, pero también parece evidente que con la política actual no se está consiguiendo en absoluto uno de los dos objetivos de la ecuación, lo cual está menguando de manera notable el futuro de un sector clave tanto a nivel nacional, como a nivel europeo.
Esperamos que los reguladores, por una vez, pongan la vista en el medio y largo plazo y el sector pueda volver a disfrutar de un brillante futuro como se preveía a principios de siglo.
Si, aún así, los reguladores persisten en su empeño, la consecuencia será la que estamos presenciando: un aumento de capital extranjero en las compañías europeas, que acabará por adueñarse de un sector clave para el futuro de la Unión Europea por la inacción gubernamental.
Si seguimos manteniendo compañías de tamaño “mediano” la pérdida de control será inevitable
El lobo ha llegado a la granja y a las ovejas hay que darles herramientas para luchar, y no sólo vale con unas vallas más altas, porque al final acabarán cayendo, hace falta que las ovejas sean más grandes y fuertes para poder defenderse. Evidentemente, si las compañías europeas tuvieran un tamaño mayor, sería mucho más difícil para el capital extranjero poder tomar participaciones relevantes. Si seguimos manteniendo compañías de tamaño “mediano” la pérdida de control será inevitable. El problema está ahí, todos lo vemos, ahora sólo queda que los que tienen poder para actuar lo hagan. Veremos si esta vez se despiertan de su letargo.