El inversor bursátil ha interiorizado en el actual contexto económico, que cualquier conato de descenso es una oportunidad de compra. Por ello, la volatilidad sigue siendo tan baja durante un período de tiempo tan prolongado. En lo esencial, ningún cambio: los resultados empresariales siguen siendo robustos; las valoraciones muy favorables, salvo unas pocas excepciones de manual, y el escenario macroeconómico continúa muy sólido gracias a la enorme fortaleza de los servicios. Se suceden las opas de exclusión llevadas a cabo por parte de accionistas de la propia empresa. Sólo este año hemos experimentado tres: Mandarin Oriental, Dalata Hotels y Occident.
Lo que más me sigue impresionando es la continuidad de la disciplina empresarial en lo que a la inversión o capex se refiere. Hubo un gran cambio de registro tras la crisis de Lehman Brothers, que permanece hoy inalterado. La inversión que efectúan las empresas sigue siendo muy proporcionada al flujo de caja operativo generado, y permanece muy focalizada en la actividad principal de la empresa. Es inaudita la ausencia de euforia después de un tiempo tan prolongado de bonanza. Sólo observamos una única fiebre inversora, la muy evidente de los centros de datos. Basta con permanecer al margen de la misma, lo que es muy fácil para un gestor activo e imposible para un gestor pasivo.
A este ritmo de generación de caja se avecinan más anuncios de recompras de acciones, con el efecto positivo para las cotizaciones. El verdadero riesgo no es otro que el de permanecer al margen de esta coyuntura. “Se ha perdido mucho más dinero preparándose para las correcciones que no durante las propias correcciones”, decía Peter Lynch. Pues eso…
Artículo publicado en LaVanguardia el domingo, 30 de noviembre de 2025.