En el primer semestre del 2023 hemos mantenido 158 reuniones con empresas cotizadas de 13 países diferentes y de sectores muy diversos. Una pregunta recurrente que les hemos formulado ha versado sobre si iban a modificar su política de precios. Es pertinente, dado que si bien los costes laborales son crecientes, muchos otros costes han descendido fuertemente. Es el caso de las materias primas, del coste energético o del transporte de contenedores. Les resumo la posición genérica de las empresas en la contundente respuesta que me dio una de ellas: “En nuestras décadas de existencia, nunca hemos bajado el precio de venta, nunca”. Este posicionamiento contribuye a la actual gran fortaleza de los márgenes y de los beneficios empresariales, que las fuertes alzas bursátiles habidas están empezando a reconocer. ¿Serán las empresas las culpables de la alta inflación subyacente?
Si bien es cierto que a las empresas les está siendo más fácil mantener sus elevados márgenes en el 2023 que en el 2022, dado que entonces necesitaron implantar una política activa de fuerte subida de precios, hoy innecesaria, no se las puede culpabilizar de la inflación. La gran fortaleza de la demanda, especialmente de servicios, o la eclosión de la guerra, o la gran expansión monetaria prepandémica, no les son achacables. Las empresas se limitan a actuar con cautela, y no solo con su política de precios. Proliferan así las empresas que van aumentando moderadamente su capacidad productiva financiándolo con el propio flujo de caja que generan. Escasean, en cambio, las empresas que acometen proyectos faraónicos financiados con deuda. Esta cautela es la mejor garantía de la continuidad de la bonanza empresarial.
Artículo publicado en La Vanguardia el domingo 9 de julio de 2023.