En los escasos días del 2023 que llevamos, el Ibex 35 ha superado ya su nivel de cierre del 2021. Todo lo acaecido en el año 2022 no ha logrado noquear al mercado bursátil. Ni la irrupción de la guerra ruso-ucraniana, ni el encarecimiento del gas en Europa, ni la inflación desbordante, ni la subida de los tipos de interés, ni siquiera los tambores de una supuesta recesión, no materializada aún, pese a ser, literalmente, la más anunciada de la historia. Una parte de la comunidad financiera no comprende cómo el endurecimiento de la política monetaria está teniendo un traslado tan escaso a la economía real. Quizás debieran preguntarse si han considerado al factor pospandémico, ausente en los modelos econométricos al uso.
El año 2022 ha sido de aprendizaje para muchos inversores. Los de renta fija han tenido un annus horribilis y se han dado cuenta de que la renta fija no es en realidad fija. Los de renta variable han visto como el segmento value proporcionaba un varapalo en toda regla al growth, emergiendo la gran trascendencia del factor value/growth. Todo ello estaba escrito ya en los manuales de finanzas, pero nada como la experiencia para consolidar conceptos.
Lo más relevante ahora son los márgenes empresariales, que están instalados en una zona de máximos históricos. Las empresas han gestionado de forma magistral la fase de inflación creciente, y es muy probable que gestionen igualmente bien el período de desinflación ahora. Si supieron subir los precios de venta cuando tocaba, sabrán pilotarlos ahora. Las gerencias empresariales han evidenciado una gran calidad en estos años. Visto lo visto, deberíamos dar un margen (de confianza) al margen (empresarial).
Artículo publicado en La Vanguardia el domingo 15 de enero de 2023.