La variante delta del virus evidencia que las actuales vacunas son muy efectivas. Basta con comparar las curvas de infectados y de fallecidos de países con un alto porcentaje de vacunación, como pueda ser el Reino Unido, con las de cualquier país de baja tasa de vacunación, como Indonesia. Precisamente por ello el descenso bursátil del lunes pasado, atribuido a esta variante, se recuperó íntegramente en sólo un par de sesiones. El riesgo auténtico para los mercados sería una nueva variante sin posibilidad de vacuna.
Los resultados empresariales publicados del segundo trimestre son muy buenos, en línea con los del primero. Destacan la fortaleza tanto de las ventas como de los márgenes empresariales. Hasta ahora en EE.UU. las ventas superan a las previsiones en un 4,2% y los beneficios en un 19,6%. En Europa las ventas están siendo un 3,1% superiores y los beneficios un 16,2%. En el trasfondo de todo está que el margen empresarial poscovid es netamente superior al margen precovid.
El verdadero quid de la cuestión radica en la inflación futura. De persistir las bajas tasas de la última década, los activos más beneficiados serían bien los negocios de contador, como la renta fija, el inmobiliario, las renovables o las utilities, bien el sector tecnológico. Si la tasa de inflación se normalizara en torno al 2%, como apunta, los activos más rentables serían otros bien distintos, como los industriales y los sectores más ligados al ciclo económico. En el caso de que la inflación fuera muy superior a la prevista, pese a ser un evento de bajas posibilidades, el efecto sería el equivalente a una bomba nuclear, de ahí la necesidad de estar in vigilando.
No lo tienen fácil los Bancos Centrales. Por una parte, observan como las tasas de inflación actuales superan en mucho a sus expectativas previas edificadas sobre el mero efecto rebote. La fortaleza de la demanda y las restricciones de oferta les han sorprendido. Por otra parte, los elevados niveles de deuda pública, y la memoria corta de sus políticas restrictivas fallidas les inducen a la inercia.
Adicionalmente saben que no controlan el comportamiento microeconómico, clave para la inflación. Las empresas están trasladando masivamente los fuertes aumentos de precios de las materias primas a sus precios de venta, de forma que el margen empresarial no actúa ya más de airbag antiinflacionista. Quien quiera analizar los salarios sabrá que debe hacerlo en 2022, una vez cerrada la inflación de 2021. Más importante aún es el actual comportamiento empresarial tendente a la expansión del crédito, clave para que funcione el multiplicador que traduce la Base Monetaria en Oferta Monetaria. Los Bancos Centrales siguen anclados en el discurso de la coyunturalidad, y precisamente por ello es su actitud la que realmente me preocupa.
Artículo publicado en La Vanguardia el domingo 25 de julio de 2021