Sendoa Casaña. Agente Financiero de GVC Gaesco Zaragoza
A las puertas de Fin de Año, me gustaría compartir este resumen de 2016 y plantear posibilidades para 2017.
Hace justo un año éramos muy optimistas por los numerosos argumentos positivos que creíamos debían provocar una subida de las bolsas:
- Respecto el Banco Central Europeo y su intención de “hacer todo lo que fuera necesario” para cumplir sus objetivos: Tranquilidad para las bolsas.
- Dólar muy fuerte que favorecía nuestras exportaciones: Bueno para las empresas.
- Costes de materias primas por los suelos: Bueno para las empresas.
- Costes de financiación muy bajos: Bueno para las empresas.
- Ausencia de otras alternativas de inversión. La liquidez y los depósitos no dan rentabilidad, y la renta fija estaba en una peligrosa burbuja que podía estallar en cualquier momento: Bueno para las bolsas.
Todos estos argumentos eran (y siguen siendo) completamente ciertos, pero se han visto eclipsados por las numerosas incertidumbres que han ido apareciendo y que, con la idea de “llover sobre mojado”, han creado un clima de pesimismo que ha provocado correcciones bursátiles:
- China parecía que frenaba bruscamente, pero su economía sigue creciendo a buen ritmo (aunque lo lógico es que siga desacelerando).
- Las caídas del petróleo provocaban retrocesos en las bolsas, cuando debería ser al contrario. La gente se olvidaba de que el precio bajaba por exceso de oferta y no por un problema de poca demanda (que sí hubiera sido peligroso).
- La subida de tipos en EEUU era necesaria, esperada y positiva, pero la incertidumbre de si suben o no, y cuándo, nos ha castigado en varias ocasiones.
- El Brexit hizo tambalearse otra vez a Europa, pero la reacción fue la adecuada y en pocas semanas las bolsas ya habían digerido la noticia.
Estos argumentos se han ido cayendo por su propio peso, pero no deja de ser cierto que provocaban pánico alentado por los especuladores que ganaban con las caídas. Lo que debería mover a las bolsas, y que es lo único que nos preocupa, es la expectativa de resultados de las empresas y, por ende, de las economías. Y esto mejora para 2017.
Así llegamos a la elección de Trump lo que, contra todo pronóstico, ha traído impulso a las bolsas. Ha conseguido en un mes lo que la FED y el BCE llevan años intentando: que aumente la expectativa de inflación. Aunque a medio y largo plazo su política pueda ser peligrosa (aumento de gasto público y bajada de impuestos), es evidente que a corto plazo va a suponer un nuevo impulso a la economía americana, lo que deja en un segundo plano la idea de que sus bolsas están en máximos históricos y llevan varios años subiendo. Así pues, para 2017 nos encontramos con una continuidad en el ciclo económico expansivo en EEUU (lo que debería ser positivo para las bolsas).
En cuanto a Europa, hemos visto este año que acontecimientos políticos de consecuencias (a priori) importantes no han tenido en los mercados la repercusión que se esperaba (Brexit y Referéndum en Italia), lo que nos hace ser optimistas para las próximas citas en el continente (Elecciones en Francia y Alemania, supervisión de Grecia, etc). Cuando un acontecimiento ha resultado ser negativo, sí ha provocado caída bursátil pero rápidamente ha entrado mucho dinero y ha facilitado la recuperación. Esto ha sido así porque el mercado ha dado más importancia a las expectativas de crecimiento económico y beneficios empresariales. Recordad que estamos saliendo de una recesión (en casi toda Europa) y que nuestro ciclo económico empieza a ser expansivo.
Resultado de todo lo anterior, llegamos a las expectativas para las empresas. Con bajos costes y aumento de ventas y beneficios para 2017, las cotizaciones deberían subir con el permiso, claro está, de hechos extraordinarios (previstos o imprevistos) que puedan surgir. Independientemente del “ruido de mercado” y de los altibajos, el tono de fondo debería ser positivo y alcista.
Y por último, destacar el análisis de los flujos de fondos para ver hacia dónde va el dinero de los inversores. Inversores más o menos conservadores están entrando en bonos flotantes, cuya rentabilidad irá aumentando a medida que suban los tipos (al contrario que el resto de la renta fija). Los inversores que están acostumbrados al riesgo divisa, ya tienen una parte de su capital en dólares. Aquellos inversores que estén dispuestos a asumir más riesgo, a cambio de obtener más rentabilidad, saben que la renta variable sigue estando muy atractiva para una parte de sus inversiones (el nivel que a cada uno no le quite el sueño). Y en último lugar, los fondos de riesgo medio o medio-bajo, completamente flexibles (algunos fondos de retorno absoluto), que no tengan renta fija o que puedan posicionarse en contra de ella.
Pero todo ello, eso sí, con el consejo de profesionales que le ayuden a adaptar las posibles inversiones a su situación concreta. ¡Feliz 2017!.