Ni los tipos de interés negativos ni las pandemias son coyunturas nuevas en economía, pero siempre han sido excepcionales. Cualquier estrategia de inversión basada en una supuesta nueva normalidad ha sido errónea.
Impresiona, aunque no constituya sorpresa alguna, ver a los bancos centrales ir por detrás de la curva de tipos, tomando sus decisiones a remolque de los datos de inflación. Adicionalmente, los bancos centrales más rezagados, léase el bCe, empeoran más su situación. Al satisfacer un interés menor que el resto de las divisas fuertes, el euro se debilita, importando aún más inflación. Llenar el depósito de gasolina es más caro que nunca en la zona euro, pero no en Estados Unidos.
¿Implica la tardía reacción de los bancos centrales una recesión a la vista? No. Llevamos más de cien reuniones con empresas cotizadas de todo el mundo este año. Impacta ver cómo los centros de gravedad de las empresas se han desplazado de la parte comercial a la operativa. En lo referente a pedidos y ventas, las empresas están colapsadas, por exceso, y su actividad se centra en poder servir lo vendido, para lo cual están efectuando auténticos malabares, dejando obsoleto al just in time.
¿Cuándo se comprenderá el componente de demanda de la actual inflación? Anticipamos en su día la inflación alta y pronosticamos ahora su moderación hasta el 3%. Al exceso de demanda pospandémica le quedarán un par de años a lo sumo, y en dos etapas, la occidental y la oriental.
Al precio del petróleo y del gas le esperan descensos dadas (1) la gran oferta existente, (2) la exuberancia de sus márgenes de explotación y (3) la sobrecobertura de las necesidades presupuestarias de los productores.
Artículo publicado en La Vanguardia el domingo 19 de junio de 2022.