El sector bancario ha sido uno de los que peor comportamiento ha tenido, tanto desde comienzo del año, como desde el inicio de la crisis provocada por el Covid-19.
La situación pre-Covid era una situación caracterizada por una baja rentabilidad, derivada del entorno de tipos de interés negativos, principalmente en los bancos puramente domésticos. La dificultad de trasladar esos tipos negativos a los depósitos, junto con el proceso de desapalancamiento de hogares y empresas, presionaban el margen de intereses que representa más del 50% de los ingresos totales del sector. Ante la presión en la generación de ingresos, los costes han estado en el centro de atención de los equipos de gestión. Así, la reestructuración operativa que ha realizado el sector en la última década ha reducido su capacidad instalada en más del 40%, tanto en términos de empleados como de oficinas, aunque todavía se puede profundizar por el cambio de comportamiento de la clientela y el aumento en el uso de canales digitales. Y, por último, el coste del riesgo estaba empezando a aumentar después de unos años en que las recuperaciones provenientes de la Gran Recesión habían reducido el coste neto.
Con estos mimbres, los bancos domésticos herederos de las antiguas cajas de ahorros (Bankia, Liberbank, Unicaja) generaban unos retornos esperados para 2020 de entre el 4% y el 5%, los bancos geográficamente diversificados (Santander y BBVA) presentaban unos retornos esperados ligeramente por encima del 11%, y las entidades con una relevante diversificación en el negocio asegurador (Caixabank y Bankinter) reportaban rentabilidades de doble dígito.
El Covid 19 ha cambiado radicalmente las perspectivas económicas para los dos próximos años, no solo de España sino también del mundo. Conocidas son las revisiones a la baja que el FMI del crecimiento económico mundial, hasta el -3%, y de España, hasta el -8%. Y la situación macroeconómica de cada país es determinante de los resultados bancarios. Los bancos han seguido generando ingresos a lo largo del confinamiento y no hay cambios relevantes a la baja de las estimaciones de los mismos para este ejercicio. Sin embargo, el gran afectado por la crisis es el denominado el coste del riesgo, que no es otra cosa que los impagos en los créditos que se producirán en el futuro derivados de la nueva coyuntura económica. Este coste del riesgo se ha convertido en “la” variable crítica a la hora de trata de estimar los beneficios de los próximos ejercicios. ¿Se puede estimar esta variable con una relativa precisión? Lamentablemente, la respuesta es “no”. Y esta estimación no solamente es difícil para los analistas externos, que no tenemos acceso a los modelos cuantitativos de las entidades, sino también para los propios gestores de las entidades bancarias.
¿Cuáles son las razones de esta dificultad? La primera razón es una total incertidumbre sobre el impacto económico de todas las medidas de confinamiento y posterior vuelta a la normalidad. Si importante es la profundidad de la caída, más importante es aún la duración de las medidas de cierre parcial de la economía y el vigor de la recuperación. Se ha hablado de muchas letras del alfabeto como representativas de la recuperación económica posterior “V”, ”U”, ”L”, ”W” o “√” a las que se ha unido últimamente el símbolo de Nike. FMI y Banco de España plantean escenarios de crecimiento económico con unos rangos muy amplios: por ejemplo, Banco de España estima una caída del PIB de entre el –6,8% y el –12,4% para nuestro país en 2020. Estos rangos ya dan idea de la extrema incertidumbre que hay sobre la economía. La segunda causa es la dificultad de los modelos para captar los efectos mitigadores de las moratorias y de los avales. Y, finalmente, la posible sobre o infravaloración que los propios modelos den de la pérdida esperada al tratarse de la crisis mundial probablemente más importante desde la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado. Y no hay que olvidar que, debido a las medidas mencionadas, la morosidad real tardará en aparecer. Por ejemplo, en el caso de las hipotecas que pidan moratoria no la conoceremos hasta dentro de 12 meses.
Entendemos que los gestores de las entidades españolas han intentado, en este entorno de incertidumbre, hacer un ejercicio de prudencia para anticipar la contabilización de provisiones por los efectos negativos en la calidad del crédito de la crisis en que nos encontramos inmersos. Santander ha contabilizado 1.600mn€ (16pb sobre sus riesgos) en sus resultados del primer trimestre, Bankinter 17 mn€ (3pb), Bankia 125mn€ (10pb), BBVA 1.433mn€ (32pb), Sabadell 213mn€ (10 pb) y Caixabank 400mn€ (16pb). Probablemente debamos esperar más en los próximos trimestres a medida que algunas incertidumbres se conviertan en certidumbres, pero el ejercicio de prudencia es importante.
Los bancos españoles se enfrentan a esta nueva crisis con unas ratios de solvencia más elevadas que en 2007 y con reducciones temporales de los requerimientos, y no con incrementos de los mismos como ocurrió durante la Gran Recesión. Además, la liquidez con la que cuenta es elevada, al haberse reducido la ratio créditos/depósitos del sistema hasta el 94% en diciembre de 2019 frente al 133% de diciembre 2007. Esa mayor fortaleza de capital y de posición de liquidez no es óbice para que los resultados se vean muy afectados a la baja en 2020 y 2021, pero garantiza una mayor resistencia ante las presiones de la crisis y una menor probabilidad de que nos veamos inmersos en una nueva indeseable crisis bancaria.
Rafael Termes escribió en 1983 al analizar la crisis bancaria iniciada en 1977: “.. la explicación más sencilla es atribuirla a la crisis económica…. Si las empresas van mal, los activos bancarios acabarán siendo malos…. Pero otra parte de la explicación hay que hallarla en la gestión de cada una de las entidades y en su actitud ante el riesgo…. a la obsesión por crecer ,… a la ausencia de rigor en el otorgamiento de créditos…”. Esta descripción de la situación, que casa perfectamente bien con lo que ocurrió en el sector financiero en el periodo 2008-2012, no refleja la situación del sector en 2020, tras una década de caída del volumen del crédito y desapalancamiento del sector privado en España y un control mucho más riguroso de los riesgos.
Reducirán sus beneficios, sí; habrá una nueva crisis bancaria sistémica, con una altísima probabilidad, no.