Jaume Puig. Director General de GVC Gaesco Gestión
Invertir bien requiere no confundir valor con precio, siendo consciente, por tanto, que los precios de cualquier activo financiero (y de hecho, de cualquier bien que se negocie en cualquier mercado) pueden alejarse mucho de su valor correcto. Citas como «Sólo el necio confunde valor y precio» que popularizó el poeta Antonio Machado, o «El cerebro crea la realidad» del neurólogo Facundo Manes, ayudan a entender la idea de que los precios pueden distar mucho del valor y que, una vez están lejos, la sociedad tiende a justificarlos aunque racionalmente no sea posible. Esto hace que unos precios anormalmente altos o bajos puedan perpetuarse mucho más de lo que la lógica aconsejaría.
Hemos visto ejemplos recientes en mercados como el inmobiliario el año 2007, el del petróleo en el año 2012, o el del oro el año 2011. Burbujas, todas ellas, que ya hace tiempo que han estallado, pero que en ese momento, a pesar de no soportar ningún análisis financiero, se justificaban con argumentos tanto erróneos como que el precio de los pisos nunca baja, que el petróleo se acaba, o que el oro es un buen refugio. Quien se dejó llevar por la masa habrá perdido un 45% si compró una vivienda, un 58% si compró petróleo, y un 33% si compró oro.