Jaume Puig. Director General de GVC Gaesco Gestión
El año 2017 ha sido bueno para el inversor básicamente por tres motivos. En primer lugar, las bolsas de todo el mundo han tenido alzas generalizadas importantes, y si bien es cierto que las revalorizaciones, en euros, han sido menores que en divisa local debido a la fortaleza del euro, han sido éstas lo suficientemente positivas para satisfacer al inversor. En segundo lugar, la volatilidad ha sido muy baja de forma sostenida durante todo el año. Es decir, la contraparte natural de la rentabilidad, el riesgo, ha brillado por su ausencia en 2017. No es nada nuevo, es una situación idílica que se vivió ya en años como 1995, 1996 o 2005. En tercer lugar, aquellos inversores que hayan centrado sus inversiones en empresas de sectores cíclicos, los más apalancados al ciclo económico, habrán batido a los índices bursátiles sobradamente, como ocurriera ya en 2016.
El inicio del nuevo año refleja, de momento, una continuidad del mercado bursátil, manteniéndose tanto las subidas como el liderazgo cíclico. En un entorno de crecimiento, en el que queda espacio para que las empresas aumenten tanto sus ventas como sus márgenes y donde las valoraciones siguen siendo muy atractivas de forma generalizada, la estrategia de inversión no pasa por cuestionarse el porcentaje de inversión en renta variable, que mantenemos en sus niveles máximos. La cuestión fundamental es más bien la tipología de empresa en la que invertir. A igualdad de calidad de empresa y de descuento fundamental, ¿seguimos invirtiendo en empresas cíclicas o cambiamos a defensivas? De momento seguimos, aunque es probable que, en algún momento del año, deba efectuarse el cambio. Puede que esta sea la clave inversora del año 2018.
Artículo publicado en La Vanguardia – Sección Dinero del domingo, 7 de Enero de 2018