Luis García Langa. Agente Financiero de GVC Gaesco Palma de Mallorca
Ésta u otras variantes como ¿qué compro?, o ¿cuál es el mejor fondo de inversión?, es la pregunta del millón que nos hacen cada día varias veces en nuestros despachos. Lo malo (o lo bueno) es que no hay una una respuesta clara, la única sería «Depende». La siguiente pregunta es obvia: «¿De qué depende?» y aquí, aunque parezca que estamos cantando al son de «Jarabe de Palo» estamos ante la clave de cualquier inversión o ahorro: La planificación de los ahorros en función de una serie de factores: horizonte temporal, perfil personal (aversión al riesgo), situación económica y situación de los mercados.
En base a esto podemos dividir los ahorros en cuatro partes:
1. Ahorro a corto plazo:
Sería el destinado a pagos que, sin ser del día a día (evidentemente hay que tener una cuenta corriente a tal efecto), sí son previsibles de una manera u otra: renovación del seguro de vida, rotura de un electrodoméstico, fin de semana en la playa, etc.
Los vehículos de inversión más adecuados serían, independientemente del perfil personal del inversor, los fondos de renta fija a corto plazo (en euros) ya que se debería asumir muy poco riesgo.
Hay otras opciones, pero la situación del mercado lo desaconseja: fondos de renta fija a largo plazo (con los actuales tipos de interés es muy probable que sufran pérdidas importantes) y los depósitos y letras del tesoro, que prácticamente no ofrecen rentabilidad.
2. Ahorro a medio plazo:
Se trata del ahorro destinado a imprevistos o gastos que requieran liquidez entre uno y tres años después: despido, viaje anual, reforma del hogar, etc.
Aquí, la aversión al riesgo ya adquiere importancia. Los que no puedan asumir variaciones de su cartera tendrán que mantenerse en los fondos de renta fija a corto plazo, pero los toleran cierta volatilidad pueden invertir en fondos de retorno absoluto, fondos de renta fija mixta o incluso porcentajes muy pequeños en fondos de renta variable.
En cuanto suban los tipos de interés entrarían, sin lugar a dudas, de nuevo en la cartera los fondos de renta fija a largo plazo.
3. Ahorro a largo plazo:
Horizonte temporal largo (a partir de tres años). Esta inversión se utilizaría para llevar a cabo cambios relevantes: estudios de los hijos, emprender un negocio, año sabático, etc.
Si en la anterior partida el riesgo que se podía asumir hacía variar el tipo de inversión, en este caso adquiere más notoriedad ya que incorporamos fondos de renta variable, de forma que los más adversos al riesgo deberían mantenerse en fondos mucho más conservadores para poder dormir tranquilos por la noche.
Como en cualquier aspecto de la vida, el miedo nos hace tomar decisiones irracionales (en este caso, dejar de rentabilizar los ahorros de una forma adecuada). Los inversores que sufran con las variaciones de su cartera tienen dos soluciones: seguir sin invertir (realmente la salud es lo importante), o bien formarse e informarse realmente de los riesgos que tiene la bolsa y cómo minimizarlos.
De hecho, es fundamental que incluso los inversores más agresivos hagan este seguimiento y limiten las pérdidas, pues evitando tendencias bajistas de las bolsas se puede optimizar la rentabilidad a largo plazo. Evidentemente, no se comprará en mínimos y se venderá en máximos, pero evitar caídas superiores al 12-15% es fundamental. No olvidemos que si se pierde la mitad del valor de una cartera, para recuperar la inversión inicial se tendrá que duplicar la rentabilidad.
También se puede invertir directamente en acciones, pero si el inversor no puede tener un control y análisis exhaustivo, ya sea por conocimientos o por tiempo, es mejor dejarlo en manos de gestores de fondos profesionales, con reputación e independientes y canalizar la inversión a través de fondos de inversión. De esta forma, es más fácil diversificar y beneficiarse de una fiscalidad única (la misma, o mejor, que las criticadas SICAVs).
4. Ahorro a muy largo plazo:
El objetivo real es la jubilación, bien para personas que quieran dejar de trabajar antes de lo que les marca la ley o para complementar la pensión pública. Los números hablan, y es prácticamente imposible (y cada vez irá a peor) que al jubilarnos mantengamos el nivel de los ingresos. Por lo tanto, hay que conseguir adicionales.
En este apartado podemos incorporar los planes de pensiones, los cuales nos permiten desgravar las aportaciones. Sin embargo, requiere de un análisis serio: calcular la penalización que tendrá el rescate ya que incrementa la base imponible toda la inversión rescatada (aportaciones+ beneficios), pudiendo ser una factura excesiva. Una buena opción para neutralizar tal efecto es la de reinvertir el beneficio fiscal obtenido anualmente en fondos de inversión para capitalizarlo y hacer frente a los pagos posteriores. Si no se va a tener disciplina, es mejor ahorrar a través de fondos de inversión.
En este caso, la combinación renta variable / fondos conservadores será similar a la anterior, evitando momentos malos de los mercados o bien realizando aportaciones periódicas que minimicen la volatilidad.
Con esta diversificación inicial no se ha acabado el proceso de la inversión. Se deben hacer revisiones periódicas para modificar la cartera en función de los cambios económicos (exceso o falta en una de las partidas…), emocionales (asimilación de los riesgos), del mercado (reformas fiscales, bajadas de bolsas) o incluso temporales (cercanía a la edad de jubilación).