Los titulares con el desabastecimiento y el alza de precios de alimentos y combustibles copan cada día las portadas de los medios de comunicación, pero hay una crisis de suministros más acuciante y peligrosa, de la cual dependemos de igual forma que con la energía. Se trata de la crisis de gases nobles como el neón, que juega un papel crucial en la producción de semiconductores, y de metales como el litio, el aluminio y el cobre.
Pongamos en contexto la situación. Estábamos asistiendo a un aumento del precio de las materias primas, en parte por el efecto del brusco desconfinamiento de la COVID-19 y de los tremendos cuellos de botella en el ámbito de los semiconductores, y, ahora, la guerra de Ucrania y Rusia ha incrementado esta situación. En este contexto, las materias primas más afectadas han sido las energéticas (como el petróleo y el gas) y las de alimentos (como el trigo y el maíz), así como los metales y los gases nobles como el neón.
Cabe destacar que Ucrania es el proveedor principal, con un 70% de las exportaciones globales, del gas neón, que es utilizado en los procesos de fabricación de semiconductores y chips. En este sentido, Estados Unidos es un país muy dependiente del neón de Ucrania, por lo que existe un gran problema geopolítico más allá de la venta de gas a Europa. A ello se une que, aunque no se está explotando, uno de los mayores yacimientos de litio de Europa se encuentra en Ucrania.
Estos materiales pueden ser cruciales para el desarrollo y la economía de cualquier país, llegando a tener parones en la producción por la escasez de semiconductores, como ocurrió meses después del confinamiento por la COVID-19. Sin embargo, actualmente, la preocupación más a corto plazo está focalizada en la energía y la alimentación. Y es que esta situación coyuntural genera presiones en los precios de los productos básicos, sobre todo, cuando estos países juegan un rol fundamental en la producción de dichas materias primas.
Existe un gran problema geopolítico más allá de la venta de gas a Europa
Asimismo, Ucrania y Rusia representan el 30% de las exportaciones globales de trigo y maíz, a lo que se suma que entre los dos producen el 60% de aceite de girasol del consumo mundial. En España, concretamente, la producción nacional de cereales no llega a cubrir las necesidades internas, sobre todo en la industria de elaboración de piensos de animales. A su vez, Rusia es el tercer exportador de petróleo del mundo, el cuarto exportador global de aluminio y el tercer productor de oro, después de Australia y China.
No obstante, cabe resaltar que existen alternativas a las materias primas rusas. Por un lado, se puede incrementar la oferta de petróleo por parte de Estados Unidos y de la OPEP+. Por otro lado, también se puede conectar a Europa con el gas argelino y recibir gas de Estados Unidos. La clave está en que hay que elaborar nuevas infraestructuras para poder enviar gas al norte de Europa.
El conflicto está generando que las materias primas alcancen niveles de precios nunca antes vistos. La respuesta a la escalada de precios se encuentra en que cuando se produce escasez de oferta o hay tensiones geopolíticas que pueden generar a futuro escasez de estos productos básicos, el ajuste económico se hace a través de los precios. Esto está generando una fuerte inflación que está poniendo contra las cuerdas a los bancos centrales y, en el caso de mantenerse en el tiempo, puede generar unos desequilibrios económicos que podrían derivar en una fuerte desaceleración económica.
Además, la actual coyuntura está poniendo en jaque a todos los sectores de la economía: consumo, logística, industrial y un gran etcétera. Adicionalmente, debido al encarecimiento del transporte de mercancías, las huelgas de transportistas están agravando la situación. Así, el problema radica en que esta fuerte subida de precios no es fácil imputarla al producto final.
Con todo, los precios han podido descontar ya un escenario en el que el conflicto se alarga. En los próximos meses, independientemente de la duración de la guerra, la repercusión a futuro para Rusia va a ser mala, ya que los países occidentales van a buscar la manera de ser menos dependientes de Rusia de lo que son actualmente.