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Inversión

La importancia de saber interpretar los osciladores

Llevaba tiempo dándole vueltas a una cuestión que siempre me chirriaba: ¿cómo es posible que algo que en teoría suena tan útil como los indicadores de “sobrecomprado” o “sobrevendido” acabe siendo, en la práctica, una trampa mortal? Con los años comprendí que el problema no está en el indicador, sino en la interpretación. El error es tan simple como devastador: se confunde condición con consecuencia.

Un activo fuerte, que rompe resistencias y entra en subida libre, inevitablemente va a mostrar lecturas extremas. Ahí muchos dicen que está “sobrecomprado”. Pero no significa que esté caro ni que tenga que corregir: significa que la presión compradora está actuando con fuerza. Lo mismo ocurre en la otra cara: un activo que se hunde no está automáticamente “barato” porque digan que está “sobrevendido”; lo que refleja es que la debilidad manda y que aún no hay intención real de frenar la caída.

He visto a demasiados inversores abandonar posiciones brillantes porque alguien les dijo que estaban “sobrecompradas”, y a otros lanzarse a comprar cuchillos en caída porque les sonaba a “sobreventa”. El mercado no funciona por etiquetas, sino por dinámicas vivas: acumulación, distribución, agotamiento y renovación de energía.

La diferencia la marca saber leer cuándo un impulso pierde fuerza porque ya no atrae volumen, cuándo tras un barrido bajista entra dinero fresco, cuándo la fuerza se extiende aunque el oscilador insista en que no puede más, o cuándo la debilidad es estructural porque los rebotes carecen de convicción, aunque en teoría “estemos sobrevendidos”.

Los ejemplos son incontestables. El Nasdaq en 2020: ya “sobrecomprado” en abril tras el desplome, muchos vendieron y se perdieron uno de los tramos más rentables de la década. Cellnex entre 2019 y 2021: cada ruptura acompañada de advertencias de “sobrecompra”, y pasó de 20 a 55 euros sin freno. Bitcoin en 2017: casi todo el rally de 2.000 a 20.000 dólares en “sobrecompra”, y quien obedeció la etiqueta se perdió el 80% del recorrido. El Ibex tras el rescate de 2012: cada repunte calificado como “sobrecomprado” era en realidad capital institucional entrando con fuerza.

Al final, los indicadores no son brújulas infalibles, sino termómetros. El termómetro puede marcar fiebre mientras el cuerpo corre una maratón: el dato es extremo, sí, pero la interpretación depende del contexto.

La moraleja es sencilla: cuando escucho que algo está “sobrecomprado”, pienso que todavía tiene hambre; y cuando escucho que está “sobrevendido”, pienso que todavía le queda miedo. Lo demás son excusas para no ver lo esencial: la tendencia.

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