Borja Ribera. Ejecutivo de Cuentas
No es sencillo explicar el origen de la crisis ni por qué los valores suben y bajan, pero las expectativas juegan un factor clave en el desarrollo de los acontecimientos futuros.
La bolsa es un aparador sujeto a las pasiones, temores, decisiones precipitadas, etc. En definitiva, es un barómetro de sensaciones que marcan el estado de ánimo de los inversores. No obstante, los estados de ánimos también son difíciles de medir, predecir y racionalizar. El pesimismo en la bolsa no siempre viene dado por una mala situación financiera sino que en algunas situaciones puede estar causado por un miedo irracional por parte del inversor. Ciertamente, uno de los ejemplos por antonomasia de los mercados financieros es el producido en el año 1987 cuando el miedo sin motivos aparentes hizo que Dow Jones cayera alrededor de un 22%. En aquel entonces, se justificó por la combinación de un dato de déficit comercial y sobretodo por un exceso de reacción (overshooting) en el nerviosismo de los operadores bursátiles.
Lo ocurrido a mediados de octubre del 2014, sobretodo el 16 de octubre, nos refleja un nuevo caso de irracionalidad del mercado. Ya desde el primer momento no se halla una explicación racional para tal bajada. Podemos encontrar razones para justificar parte de un retroceso, pero la magnitud de la bajada (más de un 16%) demuestra una vez más que el mercado, en ocasiones, puede actuar de forma irracional.