Constato que una parte del mercado está perdiendo la disciplina de valoración. Veamos un ejemplo. Zooplus es una empresa alemana que vende productos para mascotas por internet, desde comida para perros y gatos a complementos varios. Conozco a Cornelius Patt, su cofundador y consejero delegado. Sus principales competidores son las clínicas veterinarias y los supermercados, en el mundo offline, y Amazon, en el online. Vende básicamente productos de terceros, si bien su marca propia supone el 16% de las ventas. En los últimos 15 años hasta 2019, había tenido un Ebitda anual medio de unos 6 millones de euros, y un beneficio neto anual medio de poco más de 1 millón de euros. En 2019 perdió 9,3 millones. Al llegar la pandemia, en 2020, sus ventas subieron, y obtuvo un beneficio neto de 21 millones de euros. El consenso espera que este año gane unos 25 millones de euros, y unos 30 millones en 2022. Pues bien, dos fondos de “Private Equity” se la están disputando y han ofertado ya en firme por Zooplus nada menos que 3.400 millones de euros. Vista la generosidad de la oferta, mi único comentario es: “Felicidades, Cornelius”.
Será por el exceso del dinero reinante, o será por lo rápido que se olvidan los episodios similares del pasado reciente, como fue el caso de las tecnológicas el año 2000 o de las inmobiliarias el año 2007, la historia se repite, y proliferan los inversores sin disciplina de valoración. Afortunadamente estos excesos afectan sólo a una parte del mercado bursátil, la del growth, y nos queda aún la otra, la del value, que cotiza muy barata. El value, mucho más adecuado además para entornos inflacionistas, seguirá subiendo en consonancia con los tipos de interés a diez años.
Artículo publicado en La Vanguardia el domingo 17 de octubre de 2021