En la medida que se van publicando posts voy haciéndome una idea de hacia dónde van los mercados, las nuevas tecnologías y los desarrollos industriales más innovadores.
En algunas de las reuniones que suelo tener con clientes me comentan el interés que tienen por las nuevas tecnologías, los nuevos avances y las empresas cotizadas que las contemplan en su estrategia. Siempre hay algo novedoso, curioso o que parece revolucionario y que puede cambiar el devenir de la sociedad y la forma de entender y relacionarnos con el mundo a través de las nuevas tecnologías, desde el Bitcoin, el BlockChain o el Bigdata, pasando por la robótica, el nuevos sistema de almacenar tipo cloud, o el Internet de las cosas mediante móviles, por enumerar algunos, de los muchos que han llegado y de los muchos que están por llegar.
Algunas de estas grandes y pequeñas revoluciones tecnológicas concuerdan con la idea de “si quieres ideas nuevas, lee libros viejos” y es verdad que, viendo algunas películas viejas o algunos libros viejos, entendemos como desde Julio Verne a Stanley Kubrick todos esos cambios se han ido haciendo realidad, y muchas de esas ficciones ya han llegado o llegarán.
Está tan claro que la mayoría se generan por necesidades que reclama la sociedad, como que muchas otras nos las venden como necesidad, pues seguramente podríamos vivir sin una tostadora, o sin móvil, o sin cepillo de dientes eléctrico, o incluso sin televisión como hace 100 años. Al aceptarlos llenamos las casas cada día más con aparatos conectados a la red eléctrica. Para secar el pelo, para lavar la ropa, para distraernos, para jugar, para estudiar para trabajar, etc.
Alguien me repetía: “en el bote pequeño esta la buena confitura”. En la frase encontramos la idea que, en muchas ocasiones, lo concentrado marca la diferencia, o que en los simple está la mejor alternativa. Quizás haya más lecturas, pero en lo simple de las cosas y en la observación de las mismas a veces están las mejores ideas o las grandes respuestas, y mirando nuestras casas vemos que todo lo que ya conocíamos y que podríamos catalogar como «viejo» y todo lo nuevo acaba conectado en la red eléctrica. Cada vez más y más.
Es tan real que ¿Quién nos iba a decir que acabaríamos enchufando coches, auriculares, teléfonos, gafas y un sinfín de nuevas tecnologías a la red eléctrica? ¿Quién nos iba a decir que al llegar a un aeropuerto o a un restaurante la primera cosa en priorizar sea buscar un enchufe, o ver en las salas de espera círculos de gente rodeando los enchufes?
Hemos pasado de enchufar neveras o lavadoras, electrodomésticos que entendemos que deben alimentarse de energía, a enchufar relojes o gafas, lo que me lleva a reflexionar si no nos conducirá a que acabar enchufando a la red eléctrica los zapatos, los pantalones o la billetera. Incluso en el ámbito médico, todo lo biónico como unos brazos o unas piernas, acabarán enchufadas junto al móvil o al cigarrillo eléctrico, por que hasta los cigarrillos ya son eléctricos también.
Si repasamos los inventos basados en la observación, y entendemos que muchos son copiados de la propia naturaleza, podríamos apuntar a que los científicos están comprendiendo cómo algunos peces llegan a emitir hasta 850 voltios de electricidad de un solo golpe, algo ya descrito por Julio Verne en el Orinoco, y concluyendo, si los seres humanos podremos en algún momento generar biológicamente electricidad también con un pequeño aplique biónico que nos vaya cargando el móvil mientras nos damos un paseo por la ciudad.
Algunos clientes dejan volar su imaginación y su sonrisa por tan disparatada reflexión, pero ambos llegamos a la conclusión que quizá las empresas del futuro obtendrán grandes beneficios, pero cederán parte de ellos a las eléctricas, independientemente de como produzcan la electricidad – ya sea del aire, del sol o de un átomo de uranio -, pues toda está y estará conectado a la red eléctrica y el dispendio eléctrico alcanzará la parte del presupuesto que ahora usamos en petróleo u otras fuentes alternativas de energía.
Tantas vueltas en tantas conversaciones sobre tantos temas para llegar a la simple conclusión que está frente a nuestros ojos: que muchos clientes con su perfil personal, con o sin apetito por el riesgo, consideren como una forma de rentabilizar sus carteras la inversión en eléctricas, sean éstas productoras, comercializadoras o transportadoras de electricidad. Porque aunque la forma de generar electricidad ha cambiado con los años, y lo que conectamos a ella también, la electricidad ha llegado para quedarse, alimentando todos los gadgets actuales y los inimaginables que aún estar por venir.
Al Sr. Tesla le hubiera gustado que tuviéramos toda la electricidad del mundo gratis, pero creo que esa idea nunca llegará.
La energía no se crea ni se destruye; se transforma. El mundo se irá transformando enchufado siempre a la electricidad. En principio.