No corren los mejores tiempos para el ahorrador. Nos hallamos en un contexto en el que los instrumentos tradicionales de ahorro, adorados por los perfiles más conservadores, han perdido gran parte de su atractivo. Y, además, el gran enemigo del ahorrador, la inflación, parece que está volviendo, sigilosamente, pero de forma implacable.
Este gran rival oculto del ahorrador no siempre es visible ni evidente, y a veces ni le tenemos en cuenta, pero está al acecho y puede repuntar en cualquier momento. Esto es, por lo menos, lo que los últimos datos de inflación y el entorno macroeconómico indican. Por tanto, se puede asegurar que el dinero no remunerado del ahorrador siempre corre el grave riesgo de perder valor, en el presente por el efecto de los tipos de interés negativos sobre depósitos y renta fija, y en el futuro por la previsible alza de la inflación.
Y esto ocurre en una coyuntura en la que el ahorro familiar crece exponencialmente, con un perfil cada vez más conservador y precavido ante la inversión. Los últimos datos del Banco de España muestran que el ahorro de las familias está un 19,28% por encima de su cifra hace cinco años. Esta alza responde a una combinación de factores económicos y financieros, pero también sociales.
Por un lado, el periodo de crecimiento económico sostenido en el que llevamos varios años inmersos se ha caracterizado por una baja inflación, tipos de interés bajos y bancos centrales en fase expansiva; favoreciendo todo ello a la generación de ahorro. Por otro lado, parte de este incremento en el ahorro familiar se explica en los datos demográficos, debido al envejecimiento de la población, y en las desalentadoras expectativas y los miedos de la población ante lo que está por venir.
Aunque una tasa importante de ahorro, como la que estamos viendo actualmente, puede indicar que se ha producido un freno en el consumo, la inversión, y el crecimiento, también se genera una expectativa de que el crecimiento económico y la inflación se verán muy favorecidos en el momento que el ahorro acumulado entre en circulación. Y es en este punto en el que nos encontramos hoy en día, con la expectativa de las vacunaciones jugando un papel clave.
Sabiendo que su mayor enemigo puede llamar a la puerta en cualquier momento, el objetivo de los ahorradores debe ser dar el salto para convertirse en inversores, ser capaces de diversificar bien los riesgos y ponerse en manos de un buen asesor. Desafortunadamente, con los instrumentos de ahorro tradicionales, como depósitos o letras, se antoja imposible batir la inflación y conseguir buenos rendimientos, así que el ahorrador necesita tomar la iniciativa.
Como es bien sabido, la crisis de 2008 trastabilló el que había sido para muchos, sobre todo para aquellos inversores más conservadores, el valor más seguro hasta el momento, el inmobiliario. La estabilidad y seguridad que los inversores españoles encontraban en el ladrillo han dejado de ser una certeza y, aunque sigue siendo un activo muy importante en el patrimonio de las familias españolas, la búsqueda de alternativas se ha convertido en una necesidad. En este sentido, la inversión en energías renovables, entre otras, se ha erigido como una muy buena opción para determinados patrimonios y perfiles de inversores.
La inflación, el enemigo del ahorrador, tiene la implacable capacidad de hacer añicos aquello que tanto aprecia, sus ahorros. Y no cabe duda de que este adversario está merodeando a nuestro alrededor, listo para amedrentar a todos los ahorradores. Aun así, con una buena dosis de iniciativa, diversificación y asesoramiento, el ciudadano tiene a su alcance las herramientas necesarias para salir del apuro y salir reforzado del encuentro con su rival.