Si 2020 será recordado por el año de la covid-19, 2021 será memorable por los precios históricos de la electricidad, entre otras cosas. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cuáles son las claves para entender este laberinto energético? ¿Cómo poner fin al alza de los precios de la electricidad?
La espectacular subida en el precio mayorista de la electricidad en España ni es un fenómeno aislado de España ni está centrado solo en esa materia prima. Muchos productos de primera necesidad, como algunos alimenticios y el de la gasolina, se han encarecido significativamente. Sin embargo, el hecho de que exista una parte de los consumidores con tarifa eléctrica regulada y que el precio de la electricidad sea tradicionalmente una de las armas arrojadizas de los políticos, ha puesto al “megavatio” en la portada de los medios y de los telediarios desde el verano. Esta presión mediática y política llevó al Gobierno a tomar decisiones que después ha tenido que cambiar (como penalizar a las tecnologías limpias en un momento en que se están potenciando para reducir las emisiones y la dependencia de los combustibles fósiles).
Sin embargo, la principal razón de este aumento del precio de la electricidad se origina a muchos kilómetros de España y es que el gas supone entre el 60% y el 80% del coste de generar electricidad. Las razones del encarecimiento del gas, que antes y durante la pandemia estuvo a niveles muy bajos, tiene que ver con la Ley de Murphy. De forma inesperada han coincidido los famosos cuellos de botella y otros factores temporales, como la reducción de la producción e inversiones por el parón de la demanda en marzo del 2020, seguidos de un invierno y primavera fríos en 2021 que redujeron las reservas almacenadas en Europa. Adicionalmente, China ha trasladado parte del consumo del carbón hacia el gas, Rusia frenó las ventas de gas a Europa y Estados Unidos dejó de extraer gas de esquisto durante la pandemia.
El efecto de esta subida del precio eléctrico por el aumento del coste del gas no tendría que haber sido tan importante en la tarifa de los consumidores, ya que el peso del gas en el mix de generación de electricidad es bajo, con la producción nuclear, renovable e hidráulica aportando alrededor del 70%. La razón de que la subida del precio eléctrico haya causado tanto revuelo es que alrededor del 35% de los clientes, aunque solo el 12% de la demanda, aún tienen tarifas reguladas que, por una decisión política, están ligadas al precio del pool, y éste se forma a través de un sistema marginalista (el precio de la unidad más cara fija el precio del sistema). Está claro que el otro 65% de los clientes tiene contratos a largo plazo y no verán su tarifa subir tan abruptamente, sino progresivamente y en menor medida, ya que la energía que reciben procede de la producción no ligada al gas. En otros países europeos esa relación entre el gas y la tarifa de los consumidores no es tan estrecha.
Remedios temporales y soluciones a largo plazo
Una de las opciones temporales para no intervenir el precio eléctrico es desligar una gran parte el precio regulado de la electricidad del precio del pool. Se puede hacer una especie de PPA entre consumidores regulados y la electricidad no fósil. Otra medida paliativa temporal, que ha sugerido la Comisión Europea es dar subsidios energéticos a empresas y familias con los miles de millones recaudados de más por los estados por esta subida de precios (dado que los estados ingresan por los precios de CO2 y por los impuestos de la electricidad y los carburantes que son entre el 50% y el 70% del precio final).
Pero la principal estrategia a largo plazo consiste en seguir invirtiendo en renovables y acelerar los procesos administrativos de instalación para reducir la dependencia de combustibles fósiles.
De acuerdo con lo publicado por las empresas, hay multitud de proyectos por instalar, pero el proceso de permisos es lo que está retrasando las inversiones. Además, se necesita un marco regulatorio que no ponga dudas sobre la rentabilidad cada dos por tres. Nuestros pronósticos son que en España el 70% de la producción de energía proceda de las renovables en los próximos años, y por el momento solo aportan el 40%.
Ahora bien, las empresas que se dedican a las renovables también pueden hacer más esfuerzos para integrar esos proyectos en la sociedad y en el medio ambiente de forma sostenible y atractiva para las comunidades en las que se instalan, con el fin de frenar algunas corrientes que están en contra de esos proyectos.
Por último, a largo plazo, hay que favorecer una industria europea competitiva en componentes de renovables, porque estamos trasladando una dependencia energética de Oriente Medio y Rusia (en cuanto a combustibles) a China (con respecto a paneles solares) y esto puede producir en algún momento problemas de suministro para la industria solar.