Tras una década de tipos bajos y abundante liquidez, el entorno actual exige una nueva aproximación a la construcción de carteras. La creciente correlación entre renta fija y renta variable, los picos de volatilidad macro y la nueva era proteccionista (impulsada por los recientes aranceles en EE. UU.) ponen en duda la eficacia de las estrategias tradicionales.
En este contexto, las alternativas ilíquidas emergen como instrumentos clave no solo para diversificar, sino para acceder a temáticas estructurales de crecimiento, como la Inteligencia artificial, la automatización y la digitalización financiera.
¿Por qué los alternativos iliquidos cobran protagonismo?
- Diversificación y descorrelación real con mercados cotizados
- Acceso exclusivo a oportunidades no disponibles en mercados públicos
- Prima de iliquidez que recompensa al inversor paciente
- Volatilidad contable más baja
- Estabilidad y resistencia en periodos de crisis
- Mayor poder de negociación y personalización
- Mejora del perfil rentabilidad- riesgo global
- Protección frente a la erosión inflacionaria
Un estudio de Candriam plantea que un enfoque 40/30/30 (renta variable / renta fija / estrategias alternativas) permite mejorar la relación rentabilidad-riesgo frente al tradicional 60/40. Esto se confirma en modelos cuantitativos modernos, donde la diversificación real y la exposición a activos no correlacionados suaviza los drawdowns sin sacrificar retorno esperado.
Mientras muchos vuelven a construir carteras bajo el viejo binomio renta fija/renta variable, los inversores con visión de largo plazo están fortaleciendo su núcleo con activos ilíquidos, bien seleccionados, bien diversificados y con exposición a crecimiento estructural. Asumir iliquidez con sentido estratégico puede marcar la diferencia.
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