Tras la fortísima subida de las bolsas, desde mediados de marzo, empiezan éstas a reflejar adecuadamente el impacto puro de la Covid-19: descensos en el año de un solo dígito. El índice S&P 500 norteamericano acumula una caída en el 2020 de un 4%, el Nikkei 225 japonés, de un 5%, y el CSI 300 chino, de un 2%. Muchos índices europeos, con el Ibex 35 al frente, siguen aún con descensos de doble dígito, aunque convergiendo poco a poco hacia el dígito único que espero completen.
Con la pronosticada V bursátil en marzo ya en el haber, aunque fuera probablemente poco comprendida en aquel momento, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Y ahora qué? Hay quien piensa que en julio, en cuanto se conozcan los malos resultados del segundo trimestre, tanto empresariales como macroeconómicos, las bolsas podrían resentirse. Permítanme discrepar. El segundo trimestre del año ha sido el del mayor confinamiento social en Occidente, como lo fue el primero en China. ¿Alguien estima que con muchas empresas obligadas al cese de actividad y con la población confinada en casa, con la consiguiente afectación a producción y consumo, los resultados empresariales sean buenos este trimestre? Espero que nadie. En las reuniones mantenidas con empresas cotizadas de todo el mundo, unas 90, los temas tratados para el año 2020 han hecho referencia al balance, es decir, a cómo iban a superar los meses de inactividad forzada. Las cuestiones referentes a resultados se han referido, lógicamente, a los años 2021 y siguientes.
No pierdan el tiempo analizando el ratio PER del 2020. Salvo que crean, por supuesto, que los confinamientos generalizados de la población ocurrirán todos los años hasta el fin de los tiempos.
Artículo publicado en La Vanguardia del domingo, 21 de junio de 2020