Millones de coches, aviones y barcos se movían antes de marzo por todo el mundo. El petróleo no tenía ningún enemigo importante, más allá de las políticas de energías verdes, que ponían algo de inseguridad en el sector. Pese a ello, las renovables solo eran una amenaza frágil que no le quitaba el sueño a Saudi Aramco, como se demostró en su salida a bolsa a finales de 2019. Pero llegó la Covid-19, y todo aquello que se movía dejó de circular. Durante los últimos meses, hemos visto como incluso el petróleo se vendía a niveles negativos, algo tan fantástico como real.
¿Cómo ha podido ocurrir un desajuste tan grande en tan poco tiempo? Para empezar, destacar que la caída del precio del petróleo se ha debido a dos factores principales: un descenso vertiginoso de la demanda (debido al confinamiento mundial) y un exceso de producción poco ajustada a la situación de demanda actual.
Esto derivó que, en Abril, y por primera vez en la historia, el crudo cerrara en negativo, debido a que los productores de petróleo estaban en niveles máximos de inventarios, y había exceso de capacidad de almacenamiento. Es decir, que se pagaba a los compradores de petróleo para que se llevaran los barriles.
Sin embargo, el pacto entre Rusia y Arabia Saudí de reducir un 10% su producción no fue suficiente y se quedaron lejos de los acuerdos importantes, que buscan ajustar los precios del petróleo a niveles con los que los productores se sientan cómodos, en torno a 45 y 50 dólares por barril. Estas cifras difieren mucho de la realidad, ya que el precio se situó en -40 dólares por barril en su peor momento.
Aun así, esta caída del consumo no ha acabado llegando a los clientes finales, y el impacto ha sido bajo en el precio de la gasolina. Esto se debe principalmente a que el 50% del precio que se paga está directamente relacionado con el precio del petróleo, mientras que el resto son impuestos, costes de almacenamiento, transporte, divisas y otros, que se imputan al consumidor final.
En estos momentos, una vez el mundo “vuelve a girar” y a recuperar su actividad productiva, se está generando un aumento del consumo, algo que deriva en aumentos de precios. A medida que se levante el confinamiento y se reestablezca la capacidad productiva de los países, el precio debería evolucionar positivamente también gracias a los acuerdos de los productores con el objetivo de estabilizar el precio en niveles de 45 a 50 dólares por barril.
Al tratarse de una crisis económica inducida, los principales países con este recurso natural tan preciado han tomado nota por si hubiera un rebrote de la Covid-19 en otoño. El método vuelve a ser el más viejo y sencillo del sector: reducir la producción a fin de no colapsar las capacidades de almacenamiento. ¿Volveremos a ver los océanos llenos de barcos parados con petróleo o serán capaces los líderes de la OPEP de ponerse de acuerdo?