Las bolsas mundiales han tenido una fuerte subida en el mes de enero. El Ibex35 un +6,0%, el Eurostoxx50 un +5,3%, el MIB italiano un +7,7%, el Ftse inglés un +6,6%, el S&P 500 un +7,8%, el Hang Seng un +8,1%, o el Bovespa un +11,3%.
El Fondo Monetario Internacional, en su revisión del mes de enero, ha estimado que el mundo crecerá un +3,7% en 2018, un +3,5% en 2019 y un +3,6% en 2020. Siguen siendo crecimientos superiores a la media histórica. La campaña trimestral de presentación de resultados empresariales está siendo igualmente positiva.
En Estados Unidos han presentado 220 de las 500 empresas del índice S&P500. Las ventas han crecido un +6,1% y los beneficios han crecido un +13,5%, superando ambos las previsiones. En Europa las cifras de ventas y de beneficios del 15% de empresas que ya los han hecho públicos igualmente superan las expectativas. Buen crecimiento y resultados imponentes. Nada nuevo en el tablero, todo ello hace muchos trimestres y años que ocurre.
Hay inversores que consideran que las cotizaciones son siempre una correcta estimación del valor de una empresa, y tienden a creérselas. Para ellos este caso: hace sólo tres meses, en pleno descenso de octubre, una empresa francesa denominada April cotizaba a 12 euros. Había cerrado el año 2017 a 14,7 euros y su acción caía con el mercado. Hoy cotiza a 21 euros, dado que se ha planteado una OPA por parte de una conocida empresa de capital riesgo… a 22 euros.
Valor y precio pueden diferir mucho, y si no se domina este concepto existe el riesgo de vender ante cualquier espantada.
Como dice Lord Moran en su libro “Anatomía del Valor”, el miedo sólo es malsano cuando resulta desproporcionado con el grado de peligro
Artículo publicado en La Vanguardia – Sección dinero del domingo 3 de febrero de 2019