El ejercicio 2023 será recordado por haber sido un excelente año bursátil. El índice Eurostoxx-50 cerrará con una subida cercana al 20%, más de tres veces superior a la revalorización anual media de los últimos 30 años, que ha sido de poco más del 6%. Ha subido, además, con una volatilidad muy baja, de poco más del 14%, muy inferior a la volatilidad medía de ese mismo periodo, que ha sido del 20,5% anual. Luego se ha ganado más de lo normal sufriendo mucho menos de lo habitual. El mejor de los mundos. Únicamente tres años han sido netamente mejores, 1996, 2005 y 2019, dado que no solo su revalorización fue superior, sino que además su volatilidad fue aún inferior. Este gran resultado contrasta enormemente con las estimaciones que había antes de empezar el año, mayoritariamente poco favorables para la renta variable. El consenso esperaba una hipotética recesión que la subida de los tipos de interés supuestamente debía causar. Recesión que no ha llegado, y que nunca he visionado, reiterándolo contra viento y marea en estas mismas líneas.
Hoy abundan las recomendaciones positivas de renta variable para el año 2024, especialmente en aquellos mercados que se han quedado muy rezagados en el 2023, como puedan ser el chino en particular, los emergentes en general o algunos otros como el británico o el suizo. Proliferan igualmente las recomendaciones de small caps que, sí bien han tenido un gran 2023, acumulan aún un cierto retraso en los últimos seis años.
En mi opinión, el 2024 va a ser, sobre todo, un gran año de gestión activa, especialmente para aquellos gestores que sepan seleccionar empresas fuertemente generadoras de caja, baratas y cuya gerencia no sucumba a euforia alguna.
Artículo publicado en La Vanguardia el domingo 31 de diciembre de 2023.